30 sept 2012

51 | Órdago


Os dejo mi intento para el ReC de la semana pasada. Hay que reconocer que la frase se las traía.


Hasta chocarse con una pila de maderos, que cayeron delante del convoy obstruyendo la carretera, haciendo que su cráneo estallara contra el parabrisas mientras los expedientes volaban y los guerrilleros encapuchados rodeaban el vehículo en un lento fundido negro. Hasta ese momento, Carlos Alberto Mendoza sólo había pensado en lo que ganaría al aceptar el cargo. 

10 sept 2012

50 | Premio a la mejor actriz


Ya de vuelta de vacaciones. He estado completamente fuera de juego, así que mi desconexión del microuniverso me hará entrar en un proceso lento de vuelta a la actividad, que se inicia hoy pero se llevará a cabo poquito a poco. Antes del verano me presenté al concurso de Arkivis-Dragonfly con este relato. Es uno de esos relatos de los que uno mismo espera mucho porque cree que es de lo mejor que ha escrito... sin embargo no ha sido seleccionado. Lo he leído y releído y no soy capaz de ver donde falla. Por este motivo os pido que intentéis decirme que es lo que no cuadra, tanto en el fondo, cómo en la forma. Os estaré eternamente agradecido... o quizá no eternamente, pero si mucho. Quiero agradecer a todos vuestras aportaciones. Tras leerlas y releerlas, he decidido hacer varios cambios que creo que mejoran el texto. Muchas gracias a todos.

Escucha el nombre, siente el foco de luz, finge sorpresa, desciende escalón a escalón, saborea el momento, sube al escenario, agarra el trofeo, contempla la platea, extrae un papel de cebolla, recita múltiples agradecimientos y llora, llora entre aplausos auténticos y falsos.

Tras la gala, la fiesta: horas de caviar y burbujas, felicitaciones y palmaditas en la espalda, propuestas de trabajo y de cópulas varias que promete estudiar.

De madrugada vuelve a casa, sola. Abre la puerta del sótano, desciende escalón a escalón, saborea el momento, pulsa el interruptor, la luz sucia ilumina las paredes forradas de vitrinas que contienen latas de celuloide, claquetas, atrezo, vestuario, recortes de prensa, y cientos de fotos de la mujer desnuda atada a una silla que tiembla en el centro del sótano sobre un charco de orín. Amordazada, con el rímel corrido y salado, observa el trofeo que su doble sostiene en las manos.