Ese revolucionario
maravilloso que elevó el cómic a categoría de arte, influencia de todo lo que
se ha dibujado después de él.
Hoy escribo por necesidad. Había pensado en escribir un
texto articulado refiriéndome al genio, a su obra y arte, documentándome para
dejar patente su influencia. He empezado a visualizar página tras página, en
papel y digital, y es en este punto donde he decidido que ese no era el camino.
Lo que yo necesito no es hacer una biografía del genio –ya
hay muchas- sino explicar que es lo que siento. La noticia de su muerte entró y
salió de mi mente sin hacer ruido –tan acostumbrados estamos a noticias
terribles que ya no nos afectan- pero después, en mi soledad interior si he
sentido esta pérdida. Decir que Jean Giraud ha muerto, que Moebius ya no
seguirá dibujando es lo mismo que decir que la imaginación se ha quedado
huérfana.
Yo debía tener catorce años cuando descubrí que había un
cómic más allá de los Spiderman, Thor,
el Guerrero del Antifaz o el Capitán Trueno. Lo descubrí por casualidad,
en las páginas de una revista de cómics de la biblioteca (no recuerdo si se trataba de un
ejemplar de Zona84, Cimoc u otra, lo que recuerdo es que los dibujos de aquel
artista visionario me cautivaron hasta tal punto que consiguieron que hiciera mi
primer viaje a una tienda especializada de Barcelona -lo siento, tampoco
recuerdo el nombre de la tienda, pero no era ninguna de las grandes, ni
Continuará ni Norma Cómics-. Allí me compré los dos primeros libros de El
Incal, dibujados por Jean –Moebius- Giraud con guión de Jodorowsky.
Lo que descubrí en aquellas páginas cambió mi vida
-literalmente-. Desde pequeño me había gustado dibujar. Vivir en el Eixample barcelonés donde los parques no
abundaban y los coches circulaban a velocidades peligrosas para niños
despistados cómo yo, hizo que esta afición por dibujar –mucho más segura- se
fuera haciendo cada vez más importante en mi vida, pero descubrir lo que se
podía contar a través del cómic me hizo decidir que quería dedicarme a ese
extraño oficio de dibujar… esa bendita inocencia que tienen los niños les
permite imaginar que pueden conseguir cualquier cosa que se propongan y yo no he llegado a crecer nunca del todo.
Mis dibujos cambiaron radicalmente, empezaron a llenarse de
seres extraños construidos a base de infinidad de rayitas, cristales, sombreros
étnicos inventados y seductoras señoritas.
Tras El Incal, vino la búsqueda de todo lo que había echo
este genio con anterioridad, Arzach, El garaje hermético… No dejaba de
sorprenderme. Tras Moebius rebusqué en el resto de los humanoides asociados,
Druillet, Dionnet y el resto de los artistas de Metal Hurlant…
Al final no he conseguido dedicarme al cómic –aunque hice
mis pinitos- pero si he tenido la suerte de poder ganarme la vida dibujando.
Ilustro libros y carteles, diseño logotipos y folletos, maqueto libros… Desde
ese primer contacto en aquella biblioteca muchos han sido los autores
excepcionales que han influido en mi manera de ver y expresar el mundo, pero
ninguno de ellos ha conseguido remover mis cimientos como lo hizo Moebius.
El pasado diez de marzo de 2012 nos dejaba el genio. La
noticia sobrevolaba los medios de comunicación, y a mi me pareció verlo pasar a lomos de su pájaro de hormigón. Ahora toca seguir adelante, con la tristeza de saber que mis dibujos
se han quedado -cómo ya he dicho- huérfanos.
Su obra perdurará siempre.
Por primera vez, cuelgo una imagen que no he dibujado yo. La
ocasión lo merece, y me gustaría pedir a todos mis amigos de la blogosfera que
escriban un microrelato basándose en la imagen de la entrada o en cualquier
otra del autor y la cuelguen en su blog como tributo al genio, y si os apetece podéis dejar aquí enlace a vuestras entradas. Me gustaría pensar que es cómo un millar de globos
que le enviamos para que los recoja.